Si vienes a Tijuana y eres observador, descubrirás que Tijuana es promiscua, y entiéndase esto como una revoltura, como una mezcla.
Uno de los primeros rasgos que le distinguirás el transporte público. Al principio uno no comprende como una ciudad que está pegadita a un país de primer mundo, tenga un transporte publico de tercer o cuarto mundo como éste. Durante el tiempo que los presidentes municipales de Tijuana fueron panistas el transporte público era de lo peor. Hoy éste fenómeno es oscilante.
Las Calafias, son los microbuses tijuaneros de a $6.50, con asientos inexplicablemente miniaturizados, para dos personas, asientos cuya capacidad real es de tres nalgas, pues la cuarta siempre va flotando.
Las primeras Calafias, eran unas “vans” de esas como la que salía en la caricatura de Scooby doo. Provinentes , al igual que la mayoría de los autos de esta ciudad de la chatarra del “otro lado”. No eran para pasajeros de pie, así que les improvisaban una especie de concha de fibra de vidrio, luego una “manita de gato” y listo. A retacarlas de gente.
Hoy, ciertamente las “calafias” ya no son esos improvisados artefactos, ya son camioncitos escolares venidos directamente y seguramente de las escuelas de parvulitos del vecino del norte. He ahí una benevolente respuesta al por qué del tamaño de las asientos.
Los taxis de ruta, ¡Ah! los taxis, esas guayinas, chalupotas largas con capacidad para nueve y a veces diez personas. La primera imagen que tuve de ellos, en un atardecer de agosto de 1995, no me fue agradable. El ver a los tres pasajeros del asiento trasero viajando de espaldas en tan reducido espacio fue como ver a tres gallinas ponedoras ambulantes, razón por la cual me abstuve de subir a ellos durante largo tiempo. Sin embargo, con el paso de los días descubrí que ese asiento para tres pasajeros trasero era un excelente y comodísimo lugar para echarte una pestañita.
A últimas fechas, las guayinas han sido sustituidas, dolorosamente, pues dejaron durante varios días a cientos de tijuanenses sin transporte, por las “vans”, de modelos recientes, que cobran 9, 10 u 11 pesos dependiendo la ruta.
Los taxis libres también pululan como cucarachas por la ciudad, su tarifa es de mas o menos $6 por arranque y $5 por km recorrido. Bueno, en realidad el taxista libre cobra lo que se le da su gana, y a quien se le ocurre decir: Pon el taxímetro, le advierten ¡Uuuy! te va a salir más caro, y en efecto, me he subido a taxis que sin avanzar siquiera un metro de distancia ya el taxímetro marca $20 y prosigue vertiginoso su cuenta
Los camiones, las burras, hay modelos que seguramente, son de los años cincuenta o sesenta, esos que parecen salchicha, redonditos. Hay otros cuadrados, cuadrados de los años ochenta y todos ellos por supuesto venidos del vecino país de gringoria, de San Diego o Los Angeles, también últimamente se les han incorporado modelos “nuevos” de la Mercedes Benz, eso sí, los nuevos camiones cobran $8, uno cincuenta más que las burras normales.
En fin, habría tanto que describir de esta ciudad. Las construcciones, Tijuana es una ciudad en cuya arquitectura, es tal la variedad que cae irremisiblemente en el surrealismo. Casas de cartón, de puertas de garaje, de madera, de tabiques, de bloque, cuadradas, redondas, con forma de mujer, con escaleras y cimientos de llantas, casas hechas completamente de chatarra, verdaderas obras de arte ¡que Cecut, que torres de Tijuana ni que nada! Podríamos hablar de la presa. el canal, la “revu”, los antros, las cantinas, los salones de baile, Los cafés. Los escritores, los músicos, los poetas, los grupos de danza, pero nos llevaríamos muchos posts.